Antes de escribir el guión de una película necesitamos una idea: el punto de partida que dará lugar a nuestra historia y a nuestro guión. Para identificar si vamos por buen camino, tenemos una serie de trucos que nos pueden ser muy útiles cuando nos iniciamos en el mundo del cine.
Una manera sencilla, pero efectiva, de ver si hemos elegido una buena idea es que incluya acción: un personaje o un conjunto de personajes a los que les ocurre algo. Por ejemplo, alguien que viaja a un lugar lejano y misterioso a través de una puerta mágica; dos personas chocan con el coche y resulta que ya se conocían, pero hacía años que no se veían; toca la lotería en un pequeño pueblo y todos los vecinos tienen un décimo, o casi todos…
Un buen truco para averiguar si nuestra idea funciona es que sea clara y se pueda definir en una sola frase para poder explicársela a otra persona, como en los ejemplos anteriores.
A partir de ahí, para desarrollar la idea, trabajaremos los personajes de modo que tengan unas características, unas motivaciones y, sobre todo, un objetivo. Y haremos que estos personajes realicen acciones para conseguir los objetivos propuestos. Para comprobarlo nos preguntamos: «¿Qué quieren nuestros personajes?» y «¿Qué hacen para conseguirlo?».
La acción avanza gracias a los objetivos y deseos de cada personaje, junto con los obstáculos o los conflictos que se interponen en su camino. Si queremos que haya acción, y sobre todo emoción, nuestros personajes no pueden conseguir su objetivo a la primera. ¡A mayor dificultad para alcanzar el objetivo, más interesante será la historia!
Además, si se trata de cine mudo, como en el caso de Participa Méliès, es importantísimo que trabajemos el desarrollo de las acciones para que se entienda nuestra historia sin necesidad de utilizar palabras. Nos puede ser útil recordar que las acciones siempre provienen de causas y generan consecuencias. ¡Identifiquémoslas y a aprovecharlas!
Otro aspecto que debemos controlar es que nuestra historia sea verosímil. Todo lo que incluya (personajes, acciones, situaciones, objetos…) tiene que ser creíble para el espectador. Eso no significa que todo lo que aparezca tenga que ser real, pero sí creíble dentro del universo que hayamos creado. Por ejemplo, si dentro de la historia hay un único personaje que tiene un poder mágico, tiene que haber una justificación, algo que explique por qué lo tiene ese personaje y no el resto, de modo que el espectador crea que realmente tiene sentido que él sea el único.
Una buena manera de inspirarnos al elegir una idea es pensar en anécdotas personales o próximas; hablar de temas que conozcamos y de situaciones que nos resulten familiares. ¡Luego añadimos un poquito de imaginación y creamos historias fantásticas! A partir de ahí, nuestra idea será más o menos lograda según el grado de originalidad y de diferenciación con otras historias similares.
¿Te han inspirado nuestros consejos? Pues no dudes en aplicarlos, crear tu propio vídeo y ¡concursar en Participa Méliès!